viernes, 24 de mayo de 2013

Segundos eternos que exigen revancha

Roberto Tamayo



El deporte es la actividad que genera un mayor número de historias de superación. El triunfo del poderoso tiene un alcance incontrolable pero nunca despierta tanta admiración como el éxito del modesto. La línea que separa el éxtasis del desánimo es especialmente endeble en el baloncesto. Un puñado de segundos puede ser una eternidad o una cuenta atrás aterradora. Es en esos instantes de zozobra cuando se distinguen a los marcianos de los mundanos. Un leve hormigueo en la mano altera el destino y las ilusiones de un equipo y un pelotón de aficionados. Anoche asistimos a un conato de epopeya firmado por un David llamado Gran Canaria.
Ayer comenzaron las eliminatorias por el título de la Liga Endesa. Barcelona, Baskonia y Valencia decapitaron las esperanzas de sus rivales tal y como advertían las apuestas. La escena más cruel se rodó en Vitoria. El Gran Canaria, un ejemplo de buena gestión liderado por Pedro Martínez, se presentaba en el Buesa Arena con dos de sus gerifaltes postrados en la camilla. Enfrente, uno de los ocho mejores equipos de Europa. Los canarios ejecutaron con disciplina germana su hoja de ruta y agudizaron la fracción que existe entre jugadores y entrenador y entre los propios jugadores.

El Baskonia jugó sin la pasión que caracteriza a ese club y se contagió de la propuesta pausada del Gran Canaria. Pero ni siquiera cumplir el guion es suficiente para ganar. Le sobraron los últimos 26 segundos. Malditos 26 segundos, pensarán en la isla. Fueron eternos. El camino a la gloria resultó tener un socavón inesperado. Los tiros libres dictaron sentencia, una vez más. Para los neófitos en asuntos baloncestísticos pudiera parecer incomprensible que un profesional falle un tiro libre. Es el único lanzamiento del juego que siempre es igual. El jugador, la pelota y la canasta. No existe más oposición que la alteración del sistema nervioso. Pero los que alguna vez han experimentado esa responsabilidad en forma de tembleque saben que es un tiro que exige carácter para expulsar las dudas.

El conjunto canario había mandado al hierro cuatro tiros libres en 39 minutos y medio y erraron otros en menos de 30 segundos. Hay más. Thomas Heurtel, que escuchó sonidos de viento de sus aficionados durante el partido, no había metido ninguno de sus cuatro triples. Recibió la pelota falta de cuatro segundos. Tenía dos opciones, buscar la prórroga con una canasta de dos o jugársela a un todo o nada desde el triple. No dudó ni una décima, se levantó de siete metros y ganó el partido. O más bien ganó dos partidos, según se desprende de su reacción. El base de 24 años tampoco dudó en obsequiar a la parroquia vitoriana con unos gestos tan reivindicativos como intolerables.

Conclusión: todos los protagonistas acabaron con cara de vinagre.

A pesar de que un garrotazo anímico como el que ayer sufrió el Gran Canaria supone una merma de la fortaleza mental, el deporte siempre te ofrece una revancha. Y parece que el baloncesto le debe una a los canarios.

1 comentario:

  1. Siempre el tiempo. En la vida como en el baloncesto es una medida que juega malas pasadas o da la mayor satisfacción. Saber esperar es una virtud, pero ser el primero es demostrar tu valía. Y el tiempo por delante o por detrás, es lo que tiene estar vivo que somos temporales. Malo cuando ya no podamos contar las horas o los segundos...

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