viernes, 26 de abril de 2013

Queda lejos aquel mayo, muy lejos aquel París

Roberto Tamayo



"Queda lejos aquel mayo, queda lejos Sant Denis, qué lejos queda Jean Paul Sartre, muy lejos aquel París", entona el cantautor Ismael Serrano en su disco Papá cuéntame otra vez. Tan lejos como hace 17 años. Pagábamos en pesetas, el baloncesto se veía por La2, la tasa de paro era de un 'maravilloso' 22%, todavía se utilizaba el teléfono fijo...Incluso hemos cambiado de siglo. Fue en una tarde primaveral parisina de 1996 cuando Real Madrid y Barcelona se citaron en el tatami de la Copa de Europa para avanzar hasta la final. Más de tres lustros después, el envite se repetirá en Londres. El Barça consiguió arañar un buen puñado de sonrisas (y también más de un cabreo) en medio de una semana nefasta marcada por la legión de 6,2 millones de parados. El deporte no es más que un equipo de emergencia para el lodazal político y socioeconómico por el que atraviesa nuestro país, pero transmite emociones y logra apaciguar las desventuras durante unas horas. El baloncesto español ya colocó al Bilbao Basket en la final de la segunda competición continental más importante y se asegura la presencia de otro conjunto en la lucha por el trono europeo.
La evolución que ha experimentado el cuadro culé durante esta temporada es digna de añadir a la obra más conocida de Franz Kafka. En cuatro meses han pasado de mover el Queen Elisabeth con los remos de las barcas de El Retiro a gobernar las tempestades sin apenas pestañear. Así de maravillosamente cambiante es el deporte de elite. Las loas de invierno pueden convertirse en zapatazos como el que recibió, y esquivó con pericia, George .W. Bush.





Solidez frente a rumba


El deporte escapa de la ortodoxia y liquida buena parte de los pronósticos. Dentro de esa montaña rusa que suelen ser las temporadas, el Barça posee una cualidad extraordinaria: su fiabilidad. El equipo de Xavi Pascual se envalentona en los escenarios angustiosos. El curso pasado ganó la liga cuando el 90% del universo ACB había entregado la copa al Madrid. Este año se coló en la Copa del Rey casi con pudor para acabar levantando el trofeo en Vitoria. Y ayer culminó la remontada en la Euroliga tras silenciar a 20.000 griegos alborotados en Atenas la semana pasada. Esa solvencia unida a su dilatado curriculum en semifinales de Euroliga suponen una carta de presentación imponente. Además, Pascual se ha quitado el corsé, en gran medida obligado por las bajas, y ha sacado a Abrines, de 19 años, del fondo del banquillo para darle minutos trascendentes. Ayer también lanzó al ruedo a un Todorovic (21 años) que tiene una magnífica intuición visionar el centímetro cuadrado del parqué en el que caen los rebotes. Más allá del rendimiento de Navarro, siempre capital, las prestaciones de los bases son decisivas en los resultados blaugranas.

La baja de Pete Mickael vaticinaba varios quebraderos de cabeza que no se han producido. No obstante, su ausencia será más problemática contra el Madrid debido al desgaste físico que provoca el ritmo rumboso de los blancos. Una vez digerida la victoría culé de ayer conviene apostillar que el Panathinaikos es una plantilla de potencial limitado si la comparamos con el de años atrás. La primera diferencia (y la más importante) es que Obradovic, ganador de 8 Euroligas, no estaba al frente del banquillo griego. Los americanos (Gist y Banks) son jugadores rasos y el juego interior, a excepción de un fantástico Lasme, carece de talento.

El Real Madrid regresa a unas semifinales de Euroliga tras la paupérrima imagen que ofreció hace dos años en Barcelona. Los blancos solventaron su serie por la vía rápida ante un Maccabi tan limitado como el Panathinaikos. El equipo de Laso tiene el mérito de haber desdibujado a su rival con su estilo alegre que evitó cualquier sofocón en los finales de partido. El Madrid parece haber regularizado sus prestaciones tras unas semanas nubladas en marzo. Su éxito dependerá de su capacidad de sufrimiento en defensa. Como bien dijo Laso, los merengues juegan mejor cuando su rendimiento defensivo es sobresaliente.

El evento londinense medirá también la evolución de Pablo Laso. En año y medio ha cambiado el pulso de la sección y ha dotado de un estilo que ha provocado la identificación entre grada y equipo. También ha demostrado que es capaz de ganar títulos (Copa del Rey y Supercopa) pero le falta doctorarse en Oxford.

Por cierto, el Barça ganó aquella semifinal del 96 (76-66) pero no levantó la que hubiera supuesto su primera Copa de Europa porque un tipo de 2,20 llamado Vrankovic taponó de forma ilegal a un  Montero que pudo ser héroe de haber machacado el aro como sabía.

Muchas cuentas pendientes para la cita del 10 de mayo.

1 comentario:

  1. Aunque la regularidad es un plus a la hora de ganar ligas, sacar el genio en momentos clave da títulos.
    Si el Madrid defiende bien, los contrarios tendrán difícil subir puntos al marcador, y si el Barça saca su genio ganador será una final que no nos apartará de la pantalla, aunque entre el tercero y el cuarto tiempo nos metan telediarios con noticias que intenten amargarnos el día.
    Si para algo está el baloncesto es para darnos espacios de tensión, ilusión, sorpresas y ganas de seguir sufriendo hasta el último segundo.
    No hay nada más emocionante que los tiempos finales de un partido de baloncesto igualado. Yo, al menos, eso espero.

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