lunes, 15 de abril de 2013

Como si fuera la primera vez

Roberto Tamayo



Mientras el universo NBA, y parte del extrarradio baloncestístico, continúa conmovida por la gravedad de la lesión de Kobe Bryant (rotura del tendón de Aquiles), en la Liga Endesa se ha completado la revolución de los modestos en un fin de semana idílico para Gran Canaria y Obradoiro. Ambos han aprovechado el sofocón europeo de Barcelona y Real Madrid para conquistar dos de las canchas más complejas del panorama nacional y continental. Este tipo de resultados no solo democratizan la competición sino que demuestran que la brecha de talento táctico entre la aristocracia y los plebeyos es cada día más estrecha. Lo que no deja de ser un día más en la oficina para madridistas y culés, supone una inyección de felicidad y orgullo en cantidades industriales para jugadores, cuerpo técnico y aficionados de los equipos con menos grosor de faltriquera. La novedad y la sorpresa poseen la atracción necesaria para que la rutina no derive en aburrimiento y liquide una de las arterias de cualquier deporte (y de cualquier actividad): la ilusión.

Es evidente que una victoria de tu equipo no resuelve los problemas que puedas tener pero sí ayuda a dulcificar ese día, al menos durante unas horas. El baloncesto, igual que otros deportes, ejerce funciones de analgésico. La Liga Endesa necesita que los corazones de las aficiones se aceleren, sientan y disfruten de triunfos espóradicos. Es como pasear por los Campos Elíseos en fin de año, cruzar en bici el Golden Gate, recorrer el Gran Cañón o ver publicado tu primer libro.

Si quisiera introducir en este mundillo a una persona sin base baloncestística, la llevaría a ver un partido en directo a las canchas de Obradoiro, Gran Canaria, CAI Zaragoza o Estudiantes. Durante aproximadamente 90 minutos se produce una combustión maravillosa entre equipo y una afición que canta, silba, grita hasta la agonía, sufre, se enfada, se vuelve a enfadar para luego sonreir, se abraza...porque el baloncesto es un deporte en el que pasan cosas cada 24 segundos, como mínimo.

Es admirable coger la clasificación y ver que el Obradoiro, un club que el curso anterior pasó las de Caín para mantener la categoría, es el octavo mejor equipo de la competición. En su hoja de servicios presenta una estadística primorosa: ha conseguido un póquer de triunfos en la pista de los cuatro equipos que disputan la Euroliga (Barcelona, Real Madrid, Baskonia y Unicaja).

Es brillante que el Gran Canaria remonte 11 puntos en la cancha del Barcelona y se afiance como el sexto conjunto más potente de la liga. Es gratificante que Tomás Bellas, un chico que con 19 años no veía clara su dedicación profesional al baloncesto y que ahora se caracteriza por su altruismo, haya sido el jugador más valorado hace un par de semanas.

Es envidiable que el CAI congregue a cerca de 10.000 entusiastas cada dos domingos para hacer el pabellón Príncipe Felipe uno de los ágoras más respetados de la competición.

Es encomiable que el Estudiantes siga apostando por su filosofía de "patio de colegio" para confeccionar su plantilla y que cite a más de 8.000 personas cada partido que juega en casa.

También es maravilloso ver a un equipo español proclamarse campeón de Liga, Copa o de Europa, pero eso, por desgracia, es un coto casi exclusivo para Barcelona, Real Madrid y Baskonia.

Los corazones y las ilusiones de los aficionados son los que sostienen este y cualquier otro deporte. Sigamos disfrutando con las hazañas de los actores secundarios.

1 comentario:

  1. Cuando he leido los números que convocan algunos equipos, creo que merecería la pena invertir más en baloncesto para fomentar esa ilusión tan necesaria en épocas de vacas flacas.
    La ilusión ayuda a levantarte cada mañana y descubrir que "DE ILUSIÓN TAMBIÉN SE VIVE", porque ¿qué es el día a día sin ella?
    Además la COPA se vendrá a nuestro país, SEGURO.

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