martes, 19 de marzo de 2013

La austeridad del Madrid pasa factura

Roberto Tamayo



El refranero castellano es tan vasto que abarca cualquier situación. Hace unos días se habló de la querencia funambulista del Real Madrid en este mismo rincón. Las victorias se convierten en cantidades industriales de confianza tanto en el plano individual como colectivo. El triunfo genera automatismos que desembocan en una hoja de ruta en la que creer. Pero ese edén deportivo puede ser resbaladizo en función de cómo se ganan partidos. El Madrid ha cerrado su peor semana del curso con dos derrotas en casa que habrán supuesto un buen pellizco para los que apostaron por ellas. Es la segunda vez en esta temporada que los blancos, cuyo curriculum es sobresaliente, encadenan dos resultados negativos. Entramos en el trimestre decisivo del año. Cada suspenso se penaliza. Y en el negocio del baloncesto no existe septiembre.

"El fútbol es un deporte de once contra once donde siempre gana Alemania", sentenció el delantero inglés Gary Lineker, harto de hincar la rodilla contra los germanos. Extrapolando esa frase al presente curso baloncestístico, podríamos maquillarla de la siguiente manera: "El baloncesto es un deporte de cinco con cinco donde siempre gana el Madrid". Pero ese dicho recibió un rejonazo en la Copa del Rey y otro la pasada semana.

El equipo de Pablo Laso acumulaba algunos partidos en los que sesteaba durante las primeras partes para luego tocar a rebato y terminar engordando el saco de victorias. Algunas de sus remontadas han sido excelsas (Kaunas y Vitoria) pero en ninguna de ellas ha ejercido el dominio que se le presupone a uno de los gerifaltes del viejo continente. Desde el prisma del espectador, la propuesta del Madrid es un regalo. Sus encuentros son una oda al talento sin camisa de fuerza. Nadie puede dogmatizar sobre la fórmula infalible del éxito, pero parece que la vía del rodillo suele desalentar a los rivales con la eficacia de un somnífero y evita alteraciones cardíacas a los aficionados.

Da la sensación de que el Madrid se ha acostumbrado a vivir en el alambre durante esta campaña. La épica siempre ha sido el estilo con el que más cómodo se mueve este club pero es un modos operandi arriesgado. Cuando un equipo coge el hábito de ganar el 90% de sus envites de una determinada manera, el cerebro de los jugadores se programa de forma inconsciente para administrar esfuerzos, sabedor de que es muy probable que el conjunto termine apuntándose la victoria. Los madridistas parecen tener siempre una marcha más durante sus partidos, lo que supone un haber envidiable. Los automatismos suelen degenerar en relajación, y eso al máximo nivel te cuesta una mala digestión.

La capacidad del Madrid para recolectar victorias es admirable. Ahora le toca un salto cualitativo y demostrar que es capaz de ganar campeonatos. El año pasado levantó la Copa del Rey pero entregó la Liga Endesa al Barcelona cuando le tenía contra las cuerdas. En septiembre barrió a los culés en la Supercopa y en febrero se fueron a casa a las primeras de cambio en la Copa del Rey. El reto que le queda por delante es mayúsculo: confirmar con títulos su paso firme en la competición doméstica y en la Euroliga. Los blancos no ganan la Liga desde 2007 y la Copa de Europa desde 1995. El deporte profesional es tan variable que conviene aprovechar las camadas de postín para engordar las hojas de servicio.

Laso y el arbitraje


Pablo Laso fue expulsado el domingo por protestar a los árbitros y después se quejó en rueda de prensa del trato que recibe su equipo en algunas señalizaciones. Ni el entrenador del Madrid ni el del Barça deberían señalar al arbitraje como uno de los detonantes de sus derrotas. La Historia les sitúa como los dos equipos más beneficiados por el colectivo arbitral. Es cierto que el criterio dispar al que, a veces, son sometidos los equipos durante un partido puede desestabilizar mentalmente a jugadores y entrenadores, pero los 40 minutos que dura un encuentro es tiempo suficiente para hacer méritos y ganar.

No hay comentarios:

Publicar un comentario