miércoles, 13 de febrero de 2013

El ilusionante y peligroso horizonte del Real Madrid

Roberto Tamayo



La madurez es ese estado que muchos persiguen esprintando y otros tantos rehuyen. En el imaginario social está considerado como una característica positiva. Se trata de un concepto tan escurridizo que escapa a cualquier fórmula científica. Lo único que parece evidente es que hablamos de un proceso. Nadie se levanta de buena mañana y torna en maduro. Cuando un presidente llega a un Gobierno se le suelen conceder 100 días de calentamiento. A partir del 101 comienza el fuego a discreción cada vez que pisa un charco e incluso si logra esquivarlo. Un cargo de esa enjundia requiere de un proceso de aclimatación, por muy reluciente que sea su curriculum. También podríamos convenir que las bofetadas suelen acelerar el citado proceso si uno le concede la importancia adecuada. En una temporada fastuosa, el Real Madrid ha sufrido un revolcón de los que marcan...para mal. Tras ser apeados de la Copa del Rey a las primeras de cambio por el Barcelona, a la postre campeón del torneo, los blancos afrontan una recta final de curso tan ilusionante como peligrosa.
El Real Madrid de Pablo Laso ha logrado una estabilidad institucional que parecía irrecuperable. El equipo merengue tiene un estilo y los violinistas idóneos para intepretarlo. Durante un año no se ha hablado de urgencias. Ni siquiera cuando se perdió la final de la última liga. Pero después del patinazo de la Copa, la primera competición en la que partían con la etiqueta de claros favoritos, el entorno empieza a hablar de fichar a un pívot que sustituya a Begic. La temporada del esloveno es inclasificable. 
El Madrid tiene matrícula de honor en fichajes urgentes que resultan ser un fiasco. La cúpula merengue debería calibrar con precisión matemática cualquier cambio en su plantilla. En apenas 9 días sabremos si esos cantos de sirena eran fundados.

El Madrid se enfrenta a su mayor prueba de madurez en la 'era Laso'. Y su primer examen se antoja de no despegar los codos del escritorio. Mañana visita Turquía para medir su recuperación y la fiabilidad de un Efes que podría alcanzarle en el liderato. Se trata de un magnífico envite para comprobar si los blancos modifican algunos aspectos de su juego. ¿Se incrementará el número de balones interiores para aumentar la trascendencia de los pívots? ¿Recortarán el torrente de triples lanzados?

Considero que el Madrid seguirá fiel a un estilo que tantos años y dinero le ha costado patentar y que le ha hecho ganar dos de los últimos cuatro trofeos domésticos. Pero una cosa es la intención y otra, la ejecución. Aquí entra en juego el factor mental. Las opiniones en torno al deporte de elite son tan fluctuante y cortoplacistas que una victoria madridista en Estambul congelaría las voces críticas mientras que una derrota las envalentonaría. Por ello el partido es de importancia capital. El Barcelona ya pegó un puñetazo encima de la mesa en la Copa. Apenas un puñado de osados vaticinaban que ganaría tras cinco meses de turbulencias. 


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