Roberto Tamayo
En medio de la incertidumbre, caben dos opciones: mirar o actuar. A los apóstoles del cuadro de Rembrandt Tormenta en el Mar de Galilea sólo se les ocurrió rezar. Sin ánimo de reducir (aún más) la cuota que los españoles dedican al rezo, sospecho que no es hoy una alternativa prioritaria en caso de titubeo. No me imagino a los aficionados que acuden al Palau Blaugrana entregándose al rosario en este gris inicio de curso. Acostumbrados a ver al Barça pasar la tuneladora, los culés andan desnortados y muestran cierta desafección. La plantilla blaugrana es suprema, pero a estas alturas del curso no se sabe si es carne o pescado. Y esa indefinición desemboca en un Palau desangelado. La gente no se divierte con el basket que proponen los culés y los dedos acusadores apuntan a Xavi Pascual.
Más allá de
su juego espeso, la principal desgracia para el Barça es la brillantez del
Madrid y el gancho que provoca en el universo baloncesto. Los blancos ganan,
divierten y tienen esa solidez que otorga la continuidad de un núcleo de
jugadores. El efecto contagio que
ha conseguido Laso es inversamente proporcional al que provoca
la propuesta de Pascual. Los culés han recorrido el camino contrario al
Real Madrid. El cambio de cromos, tan habitual como destructivo durante años en
la capital, se ha convertido en rutina en el Palau. ¿Qué es lo que irrita y
enfría al público, la racanería ofensiva de Pascual o los
nuevos fichajes?
El Barça
imitó el modelo de la tijera, de contagio patológico en este país,
durante el verano de 2012 y acometió la reconstrucción más severa de sus
últimos años. Lo hizo después de ganar la liga, una decisión que implica una
dosis razonable de valentía. Con Álex Abrines y Mario
Hezonja, los culés se han asegurado talento para la próxima década. Se
zarandeó a Pascual por su conservadurismo con los jóvenes el curso pasado. Pero
el desarrollo tiene su ritmo. Y en una superproducción como el
Barça suele ir a cámara lenta. Esta temporada han cambiado de titular otras
cinco taquillas del vestuario culé y parece que el comodín de Navarro se podrá utilizar en contadas ocasiones. ¿Por qué recela Pascual del juego sin
corsé con la plantilla que tiene? Cuando el año pasado se quitó la faja el
Barça fue un torbellino.
"En el Barça se aprende desde la victoria", ha asegurado el entrenador culé de forma reciente. Pascual
saldrá un día del Barça como ya lo tuvo que hacer un mito como Aíto García
Reneses. ¿Pero cuánto crédito le queda por parte de afición y directiva? La exigencia diaria del Barça es tal, que
como escribía Luis Cernuda en su poema Mozart de Desolación de la Quimera "el
futuro es hoy".
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